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MONITORA: Pues, ¿sabéis qué? Justo por aquí donde estamos ahora, hace muchos, muchísimos años, en una pequeña casa pasó… ¡Uf, lo que pasó! Lo sé porque un amigo de mi abuelo estuvo allí una vez. Y lo que le pasó. Pero es mejor que comience por el principio.
Pedro, que es como se llamaba el amigo de mi abuelo, era un joven que ayudaba a trabajar las tierras de un labrador de la zona. A menudo, cuando acababa la jornada, iba a tomar un refresco a un bar que hay en la carretera, en las afueras del pueblo. Un día, cuando Llevaba poco rato en el bar, estalló una tormenta tan fuerte como la de hoy o incluso más. Y vio a una chica que no se atrevía a salir y que iba mirando el reloj.
—¿Tienes prisa? —le preguntó Pedro.
—Sí —dijo la chica—. Debería irme, pero no he cogido ni siquiera una chaqueta y con el aguacero que cae me quedaré empapada y pillaré un buen resfriado.
Pedro, que era muy generoso, le ofreció su chaqueta:
—Tranquila, llévate mi chaqueta. Yo no tengo prisa y puedo esperar a que pare la lluvia.
—¡Eres muy amable! Si quieres, mañana por la mañana puedes pasar a buscar la chaqueta por mi casa. VIVO en la finca que hay al otro lado del bosque.
Así quedaron. Pedro vio cómo la chica salía protegida con la chaqueta y desaparecía en medio de la oscuridad de la tormenta.
Al día siguiente, Pedro se acercó hasta la finca que le había dicho la chica. Cruzó el bosque hasta encontrar una casa bastante vieja y medio destrozada. Llamó a la puerta, pero no parecía que hubiera nadie dentro…
Después de insistir un poco, finalmente oyó a alguien que arrastraba los pies mientras se acercaba a la puerta. Muy despacio, ¡ñeeec!, la puerta se abrió. Detrás había una mujer muy pálida, que tenía muy mala cara. Pero todavía palideció más cuando Pedro le preguntó por la chica.
—¡Esto es una broma de mal gusto! —dijo la mujer—. Aquí vivía mi hija, pero hace años que está muerta.
Pedro pensó que quizá se había equivocado de casa, pero en ese bosque no había ninguna otra.
La mujer cruzó la puerta y pidió a Pedro que la acompañara a visitar la tumba de su hija, que estaba encerrada unos metros más allá. De repente, Pedro se quedó helado. Le parecía que el corazón le saldría por la boca, de tan fuerte que latía.
¿Sabéis qué había encima de la tumba? ¡¡¡Su chaqueta!!!
NIÑOS Y NIÑAS: ¡¡Ayyyy!!!